Gil, Navarro y Avilés fueron dos mexicanos y un puertorriqueño que en 1944 unen sus voces y guitarras en Nueva York para cumplir con un contrato discográfico. No imaginaron que su estilo interpretativo conmocionaría muy pronto a todo el continente y mucho menos que en México se convertirían en las figuras más representativas del romanticismo musical de esa época.